jueves, 3 de abril de 2008

Parashat Tazria

Sábado 5 de abril

Rabino Yerahmiel Barylka


La lectura de nuestra semana comienza a referirse al ser humano, de la misma manera que el relato de la Creación, después de haber recorrido en la parashá anterior, las normas referidas a los animales en 47 versículos del capítulo 11 de Shemini, andando por gran parte de la escala zoológica. Así lo subraya Rashí en su comentario. El humano del final de la Creación es el último también en cuanto a las normas de la pureza ritual. “Detrás y delante me rodeaste”, leeremos en el versículo 5 del salmo que citamos a continuación, - detrás de todas las obras, delante de los castigos-, fuiste creado. Si no fuiste humano completo, dice el midrash, te recordarán que hasta el mosquito fue creado antes que tú.

Y, casi en el mismo principio, después de la fecundación y del nacimiento, nos indica que en el octavo día, se debe circuncidar la carne del prepucio del varón.
¿Qué novedad nos trae el mandamiento del brit milá de nuestra parashá, si ya D-os lo había ordenado a Abraham? Los grandes pensadores nos enseñaron que la orden a Abraham fue personal e individual, por lo que no puede obligar a todo el pueblo de Israel. La prescripción que nosotros obedecemos surge de parashat Tazria. Ya Maimónides nos enseñó en forma más que contundente que cada mitzvá aparece claramente como mandamiento. Sin esta parashá, la experiencia de Abraham no hubiera sido obligatoria para las generaciones que siguieron tras él. Así aprendemos que la vigencia de los mandamientos está condicionada a la revelación de Sinaí. Nuestras mitzvot no son producto del folklore, de la imitación de lo que hicieron o no hicieron nuestros antepasados, no son tradición, no son costumbres. Son mandamientos divinos. Tienen esa especial calidad.

Algunos de los temas que trata la parashá suelen ser omitidos por los maestros y quienes enseñan parashat hashavúa. A veces con el pretexto que coincide con muchos otros temas muy interesantes. Pero, la razón tampoco es porque los de Tazria son verdaderamente difíciles. Hay una especie de creencia generalizada todavía hoy, que hay tramas que no son elegantes, que no son convenientes para los menores. Y, en palabras del rav Mordejay Elón (1), esas actitudes provocan que los temas omitidos “sean estudiados debajo de la mesa”, como lo sabe todo adolescente, como lo comprueba muchos años después cualquier docente olvidadizo. Pero, esos temas deben ser enseñados, deben ser estudiados. No deben omitirse ni siquiera cuando se trata de alumnos jóvenes.
Después de todo, aún las mitzvot de pureza e impureza que no podemos cumplir desde la destrucción del Templo, fueron dadas a los humanos concretos, reales, biológicos, y deben ser cumplidas con el cuerpo, no siempre limpio, no siempre puro. También debemos estudiar aquellas que por el momento no pueden ser observadas, porque forman parte de una totalidad indivisible.

En estas parashiot, encontramos material suficiente para que varios tomos del Talmud se dediquen a analizarlo, ya que forman el compendio de los preceptos de la pureza que nos debe guiar en las normas del judaísmo. Ya habíamos comentado en parashat Sheminí, que nuestra santidad deriva exclusivamente de la posibilidad de refinamiento que obtengamos con la autodisciplina que nos brinda el cumplimiento de las mitzvot. Esa idea nos debe seguir guiando también en la lectura de este sábado y en la del siguiente.
Pero, para poder estudiar el cumplimiento de las mitzvot que se refieren a las funciones biológicas del cuerpo, éstas se deben estudiar frontalmente. No hay tema tratado en la Torá que no pueda ser discutido y aprendido en la mesa, en el salón de clases o en el templo. Sólo hay que encontrar el lenguaje apropiado y la manera.

El capítulo 139 de Tehilim, cuya belleza es indescriptible, y cuya profundidad, es asequible por todos, nos da una muestra de la manera en la que se pueden tocar incluso los actos más íntimos. Es tan bello que no puedo evitar transcribirlo en su mayor parte: ”…Salmo de David. H', Tú me has escudriñado y conocido. Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; Desde lejos comprendes mis pensamientos. Tú escudriñas mi senda y mi descanso, y conoces bien todos mis caminos. Aun antes de que haya palabra en mi boca, Oh SEÑOR, Tú ya la sabes toda. Por detrás y por delante me has cercado, y Tu mano pusiste sobre mí. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; Es muy elevado, no lo puedo alcanzar. ¿Adónde me iré de Tu Espíritu o adónde huiré de Tu presencia? Si subo a los cielos, allí estás Tú; Si en el Sheol preparo mi lecho, allí estás Tú. Si tomo las alas del alba, y si habito en lo más remoto del mar, aun allí me guiará Tu mano, Y me tomará Tu diestra. Si digo: "Ciertamente las tinieblas me envolverán, y la luz a mi alrededor será noche;" Ni aún las tinieblas son oscuras para Ti y la noche brilla como el día. Las tinieblas y la luz son iguales para Ti. Porque Tú formaste mis entrañas; Me hiciste en el seno de mi madre. Te daré gracias, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; Maravillosas son Tus obras, y mi alma lo sabe muy bien. No estaba oculto de Ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra. Tus ojos vieron mi embrión, y en Tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados cuando no existía ni uno solo de ellos. ¡Cuán preciosos también son para mí, oh D-os, Tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la suma de ellos! Si los contara, serían más que la arena; Al despertar aún estoy contigo. ¡Oh D-os, si Tú hicieras morir al impío! .... Escudríñame, oh D-os, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno”.

Y, si ya hablamos de la maravillosa creación literaria de nuestros antepasados, recordemos el relato de Masejet Nidá, 31 a y Kidushin 30 b: “Tres son los socios que tienen las personas. El padre, la madre y el Santo Bendito”. Principio que podemos comprobar casi todos los días. Y, la guemará allí nos desarrolla una serie de observaciones anatómicas del bebé que son recibidas de cada uno de los socios. Además de una verdad irrebatible, un recordatorio de nuestras limitaciones, encontramos en esa expresión una plataforma filosófica, ya que el "descubrimiento" de los sabios del Talmud es que somos producto por igual de la Madre y del Padre y no como se pensaba en las escuelas más avanzadas de aquella época. El Santo Bendito aporta, en definitiva, la vida. Él la concede y él la quita sin que los otros socios puedan protestar. Pero, aquí queda claro que los socios son madre y padre igualitariamente. Es la respuesta judía al pensamiento helénico de la época que había excluido a la mujer-madre de todo rol en la función familiar excepto el de la crianza. Es el aporte de los sabios del Talmud que aún en nuestros días sigue teniendo validez y merece ser recordado.

De nuestra parashá, en la que se analiza la relación del hombre y la mujer después de la larga lista de los animales, entendemos la diferencia. En la escala animal la reproducción es casi un fenómeno únicamente técnico, en los humanos la posibilidad de elevar la inspiración espiritual hasta la misma presencia de la Shejiná. Es lograr la santificación a través de la relación humana. En las bendiciones debajo del palio nupcial proclamamos "bendito eres H' que santificas a tu pueblo Israel por medio de la jupá y los kidushin". Es la única vez que proclamamos la santificación del pueblo de Israel y ello se logra a través de la mujer, que después de fecundada hará nacer a su hijo. Simplemente lo que nos dice el primer versículo de nuestra lectura.
Sobre el versículo de parashat Metzorá, (15:31), "Así ustedes mantendrán a los hijos de Israel separados de sus impurezas, para que no mueran en sus impurezas por haber contaminado Mi tabernáculo que está entre ellos." nos dice el rav Elon, citando al Netziv (2): "se trata del mishcán que está dentro de la pareja" (y no del tabernáculo que se construyó), dentro de los espíritus de los judíos que eligieron vivir con santidad. Vigilantes pueden evitar que introduzcamos impurezas en los templos, pero, cada uno de nosotros es el responsable por convertirnos en un mishcán puro. Nuestra vida espiritual depende de la capacidad que tengamos de separar las impurezas.
En otras palabras, depende de la decisión que tomemos de vivir con pureza.

Shabat shalom, desde Sión