viernes, 14 de marzo de 2008

Parashat Vaikrá

Sábado 15 de marzo

Rabino Yerahmiel Barylka

"Canten, cielos, porque H' lo ha hecho, griten de alegría, profundidades de la tierra, prorrumpan, montes, en gritos de júbilo, y el bosque, y todo árbol que en él hay, porque H' ha redimido a Iaacov y Su gloria ha mostrado en Israel"
(Ieshaiahu 44:23)

Un buen sistema educacional debería tener tres objetivos, enseñó el teólogo, militante y censor de la iglesia católica Ivan Illich, que residiera varios años en Cuernavaca, Morelos, y ellos son: proporcionar a todos aquellos que lo quieren el acceso a recursos disponibles en cualquier momento de sus vidas; dotar a todos los que quieran compartir lo que saben del poder de encontrar a quienes quieran aprender de ellos; y, finalmente, dar a todo aquel que quiera presentar al público un tema de debate la oportunidad de dar a conocer su argumento. Pero, pese a su formación religiosa dentro del catolicismo y a la influencia de su abuelo judío en su niñez, Illich, además de pertenecer al mundo moderno, no agregó lo que cualquier judío relativamente letrado sabe, que la educación debe conducir a la santidad y debe ser el medio para guardar la identidad.

El judaísmo nos enseña que no hay temas que caduquen si tuvieron trascendencia y si aspiramos a volver a tenerlos con nosotros. Así se deben seguir enseñando las ofrendas en sus detalles más nimios, las normas que no se pueden cumplir, como por ejemplo, los preceptos inherentes a la Tierra de Israel cuando se habla de judíos en los países de la dispersión y se debe continuar recordando acontecimientos sucedidos hace centenares de años, en otras civilizaciones y circunstancias.

Cuando intentamos comprender la educación en el postmodernismo, si está dirigida a postmodernos, (quienes se mantienen en otro tiempo histórico y usan otros códigos, no tienen este problema) necesitaremos de un espectro mucho más amplio que el poseído en las generaciones anteriores. El reto, en nuestros días, es impartir educación a un ente narcisista, individualista, fragmentado, sin proyecto histórico, asimilado, despolitizado, consumista, seducido por la moda y diversificado en sus gustos.

Nuestra parashá, que por caprichos del calendario, cae este año en Shabat Zajor, nos trae un ejemplo de la postura judía acerca de la educación. Cuando ya no teníamos ni siquiera el Segundo Templo, viene el midrash y nos trae la pregunta de rabí Asia: “¿Por qué debemos comenzar enseñando a los niños pequeños la Torá de los Cohanim, y no desde el Génesis? Y nos responde, que el Santo Bendito dijo, tal como las ofrendas son puras, así son los niños puros, que vengan pues, los puros y se ocupen de la pureza” (Midrash Tanjuma Parashat Tzav, 14). Y ello no sólo para paliar los dolores de la destrucción y la impotencia espiritual. Lo que se necesita para entender la Torá, nos dice el midrash, no es inteligencia, sino pureza, no es habilidad sino manos y corazones limpios de pecados.

Pero, ya antes, en nuestra propia historia, surgieron vertientes pragmáticas que querían ubicar en el centro de la enseñanza, únicamente los temas de actualidad. Así se fue postergando el estudio de aquellas halajot que no eran de aplicación inmediata. En algunas comunidades se fueron abandonando en esa época las disquisiciones que no llevaban a la aplicación inmediata de las normas. Pero, varios siglos después, en el mundo de las yeshivot, se volvió a cambiar la tendencia llegándose a consolidar la idea de que se desarrollan, en paralelo al estudio, el espíritu y la fe, y que sin ellas, tampoco el conocimiento podría mantenerse. El estudio debe completarse y complementarse. Rambam, incluyó en su magna obra Mishne Torá a todas las mitzvot. La tendencia cambió y hubo quienes dijeron que el que estudia las normas de las ofrendas es como si las ofrendara.

Cuando leemos Zajor, y nos encontramos a poquísimos días de Purim, nuestra respuesta es válida también para los postmodernos. Hay en nosotros un elemento fundamental al que no podemos renunciar que es el de la memoria. Los grandes meta-relatos que justificaban y contenían en ellos mismos un poder legitimizante, universal y necesario, ya no evidencian las acciones por un sistema mayor o por la idea de progreso. Aquí, en nuestro tiempo, surge el individuo en su grandeza, después de que fuera desplazado por la aparente nobleza de la razón del tiempo moderno.

Es el individuo el que debe asumir su responsabilidad total por el bien y por el mal.
Como en el pasado más lejano.
El relativismo postmoderno conduce directamente a poner en primer plano la ética de la acción y del discurso para justificar sus acciones en sus propios términos, y no mediante el recurso a sistemas supuestamente trascendentes.
La edad postmoderna está obsesionada por la información y la expresión. Pero la saturación de información y las mayores opciones de elección no conducen al enriquecimiento de los criterios personales de análisis y toma de decisiones ni a la formación de cultura sino más bien a la confusión y perplejidad. La escuela y la comunidad tienen ante sí el reto de desvelar este mundo de la imagen y toda la cultura que lo rodea, al tiempo que deben poner en marcha la accesibilidad y legitimación de un lenguaje e imágenes que conforman nuestro mundo material y personal con una forma particular de inteligibilidad.
El nuevo contexto social, -post-modernidad- supone un nuevo modelo de relación del individuo con su entorno y consigo mismo y las nuevas tecnologías, de modo sutil, no implican un cambio en nuestra forma de pensar, sino en que nos adaptemos a las nuevas formas de expresión y comunicación. El judaísmo, tremendamente creativo, siempre ha mirado con ardor juvenil hacia el futuro.

Purim nos admite, recordando la historia descrita en la meguilá Ester, establecer lazos de relaciones con el otro que permitan la solidaridad. Recordar lo que hicieron Amaleq y sus descendientes, nos aleja de la perplejidad.
Aquí no hay lugar para juicios individuales que busquen confundir a la víctima con el victimario y diluir las responsabilidades. Hay en nuestra parashá abiertas referencias a ofrendas de conductores que pecaron: "si el que peca es el sacerdote ungido, trayendo culpa sobre el pueblo, que entonces ofrezca a H' un novillo sin defecto como ofrenda por el pecado, por el pecado que ha cometido" (4:3), "Y si toda la congregación de Israel hubiere errado, [el Sanedrín] y el negocio estuviere oculto á los ojos del pueblo, y hubieren hecho algo contra alguno de los mandamientos de H' en cosas que no se han de hacer, y fueren culpables"; (4:13) "Cuando es un jefe el que peca e inadvertidamente hace cualquiera de las cosas que H' su Dios ha mandado que no se hagan, haciéndose así culpable" (4:22) . Es nuestra parashá la que establece la responsabilidad del liderato, que es mayor que la del pueblo.
El camino de la enseñanza de nuestras fuentes y de nuestras costumbres y tradiciones, permite también en esta época, guardar las prácticas y los usos que nos dan la identidad.

Shabat Shalom y Purim Sameaj desde Sión