jueves, 12 de junio de 2008

Parashat Behaalotja

Sábado 14 de junio

Rabino Yerahmiel Barylka

Esta parashá, nos presenta una nueva crisis del liderazgo de Moshé, de pronto, los hijos de Israel se quejan por el alimento: "Al populacho que iba con ellos entra en apetito voraz. Y los hijos de Israel también volvieron a llorar, y dijeron: «¡Quién nos diera carne! ¡Cómo echamos de menos el pescado que comíamos de balde en Egipto! ¡También de los pepinos y melones, y puerros, cebollas y ajos! Y ahora nuestra alma se seca; pues nada ven nuestros ojos sino este maná!» (Bemidbar 11:4-6).

No es éste el primer incidente en el que los hijos de Israel se comportan ingratamente. Recordemos lo estudiado en Shemot, capítulos 15 al 17, inmediatamente después de la travesía del mar Rojo. En Mará se quejaron de que el agua era amarga. Entonces, en términos más agresivos, protestaron contra la carencia del alimento: "Moshé les ordenó a los israelitas que partieran del Mar Rojo y se internaran en el desierto de Sur. Y los israelitas anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. Llegaron a Mara, lugar que se llama así porque sus aguas son amargas, y no pudieron apagar su sed allí. Comenzaron entonces a murmurar en contra de Moshé, y preguntaban: «¿Qué vamos a beber?» Moshé clamó al H', y él le mostró un pedazo de madera, el cual echó Moshé al agua, y al instante el agua se volvió dulce" (Shemot 15:22-24).

Más adelante, en Refidim, se quejaron de la ausencia del agua: "Y altercó el pueblo con Moshé, y dijeron: Danos agua para que bebamos. Y Moshé les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a H'? Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? (17:2-3).
El episodio en nuestra lectura semanal - en el lugar conocido como Kivrot Hataavá - no es el primer desafío que Moshé tuvo que enfrentar sino el cuarto:
"Toda la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin por sus jornadas, conforme al mandamiento de H', y acamparon en Refidim; y no había agua para que el pueblo bebiese. Y altercó el pueblo con Moshé, y dijeron: Danos agua para que bebamos. Y Moshé les dijo: ¿Por qué altercan conmigo? ¿Por qué tientan a H'? Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moshé, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? Entonces clamó Moshé a H', diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán" (17:1-4).

En un extraordinario arrebato Moshé quiere morir y ruega que ello suceda después de haber superado problemas mayores aún. Ruega morir: "Moshé escuchó que las familias del pueblo lloraban, cada una a la entrada de su tienda, con lo cual hacían que la ira de H' se encendiera en extremo. Entonces, muy disgustado, Moshé oró a H': —Si yo soy tu siervo, ¿por qué me perjudicas? ¿Por qué me niegas tu favor y me obligas a cargar con todo este pueblo? ¿Acaso yo lo concebí, o lo di a luz, para que me exijas que lo lleve en mi regazo, como si fuera su nodriza, y lo lleve hasta la tierra que les prometiste a sus antepasados? Todo este pueblo viene llorando a pedirme carne. ¿De dónde voy a sacarla? Yo solo no puedo con todo este pueblo. ¡Es una carga demasiado pesada para mí! Si éste es el trato que vas a darme, ¡me harás un favor si me quitas la vida! ¡Así me veré libre de mi desgracia!" (Bemidbar 11: 10-15).
H' le responde a Moshé. Y ante su pedido la reacción divina nos resulta extraña: "—Tráeme a setenta ancianos de Israel, y asegúrate de que sean ancianos y gobernantes del pueblo. Llévalos a la Tienda de reunión, y haz que esperen allí contigo. Yo descenderé para hablar contigo, y compartiré con ellos el Espíritu que está sobre ti, para que te ayuden a llevar la carga que te significa este pueblo. Así no tendrás que llevarla tú solo. »Al pueblo sólo le dirás lo siguiente: "Santifíquense para mañana, pues van a comer carne. Ustedes lloraron ante H', y le dijeron: ¡Quién nos diera carne! ¡En Egipto la pasábamos mejor! Pues bien, H' les dará carne, y tendrán que comérsela. No la comerán un solo día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte, sino todo un mes, hasta que les salga por las narices y les provoque náuseas. Y esto, por haber despreciado a H', que está en medio de ustedes, y por haberle llorado, diciendo: ¿Por qué tuvimos que salir de Egipto?". (Bemidbar 11:16-20).

Aparentemente, las quejas de Moshé y la respuesta divina parecen no estar conectadas. Como que fuera éste un diálogo de mudos. ¿De qué manera los ancianos podrían tratar y apaciguar la crisis interna que experimentaba Moshé? ¿Él los necesitó para ayudarle a encontrar la carne? Claramente no. ¿Él los necesitó para compartir las difíciles cargas de la dirección? La respuesta es, otra vez, no. Ya, que mucho antes en Shemot, capítulo 18, siguiendo el consejo de Itró su suegro, Moshé había creado una infraestructura de gobierno basada en la delegación seleccionando a hombres capaces, temerosos de H', dignos de confianza, y los designó como administradores de justicia.

¿Entonces qué fenómeno mágico sucedió para convertir el carácter de Moshé después de la respuesta divina? ¿Qué había en ella que tuvo tanta influencia? Es como si un nuevo Moshé se nos presentara. Es Moshé humilde, el más humilde que existe bajo la faz de la tierra. Ha pasado su desesperación. Ya no hay más crisis. Moshé responde a las rebeliones con confianza y con ecuanimidad. El rabino Moshé Lichtenstein, observa que hay un cambio marcado del tono entre el libro Shemot y el libro Bemidbar. Las quejas no cambian, pero H' y las respuestas de Moshé son ahora distintas. El rabino Lichtenstein, sugiere que la volatilidad de la gente fue perdonable en la primera etapa. Debían haber tenido fe en H' ya que nunca se habían enfrentado al mar Rojo, o al desierto, o a las carencias de alimentos y de agua. Pero, a partir de su mayor ofensa: el becerro de oro - conduce a una larga pausa en la narrativa, desde el capítulo 25 de Shemot al capítulo 11 de Bemidbar.

Mucha de la segunda mitad de Shemot, el libro entero de Vaikrá y los primeros diez capítulos de Bemidbar se dedican a los detalles del santuario. La secuencia de 53 capítulos, que queda fija en el desierto en Sinaí, representa un momento meta-histórico, una ruptura en el viaje de los israelitas de lugar a lugar. El tiempo y el espacio permanecen detenidos hasta la construcción del Tabernáculo. Recién allí pueden transformarse de ser una masa indisciplinada de esclavos fugitivos en una nación con la Constitución escrita en la Torá, que se somete exclusivamente a la soberanía de H' centrándose física y metafísicamente en el Mishcán - el santuario-, que para ellos se presenta como la muestra visible de la presencia de H'. Ahora son 'un reino de sacerdotes y una nación santa'. (Shemot, 19:6)
Moshé se desesperó porque si la revelación en Sinaí, la experiencia de la cólera divina ante el becerro de oro y el largo trabajo de construir el Tabernáculo no los consiguieron cambiar, ¿qué podría hacerlo? La desesperación de Moshé es demasiado inteligible. Desde sus funciones, no había podido cambiar a esta gente, pero quizás H', desde la perspectiva de la eternidad, podría ver un cierto rayo de la esperanza en el futuro. Moshé como humano, no podría. Por ello no quería vivir más.
Es lo que le sucede a un líder cuando se eclipsa el sol de la esperanza sobre su gente, después de haber intentado poner lo mejor de sus energías e inspiración. Moshé y después también Eliyahu, Irmiahu y Ioná ruegan morir.
Y H', le da el regalo más grande, le dejó percibir la influencia que tenía en otros. Hasta ese momento sólo conocía quejas, los desafíos y las rebeliones de su pueblo. Y H' le indica ver a los ancianos, gracias a los que hoy todavía se estudia su Torá. A través de ellos puede percibir al pueblo, a ese mismo pueblo, que le permitirá ser el más importante líder de toda la humanidad. Setenta ancianos habían internalizado su espíritu y habían hecho su mensaje propio. Gracias a esa no-respuesta de H' comprendió que su vida no había sido inútil. Tenía discípulos que continuarían también su trabajo después que su vida finalice.
Ahora, excepto en Kadesh, muchos años después, podía cambiar, ser más ecuánime, más tranquilo, más contemplativo. Lo que le sucedió a Moshé le sucede a la condición humana. Nunca sabemos realmente cuánto hemos dado a otros - cuánto pudimos cambiar vidas sin haber obtenido reconocimiento. Moshé era humano y la gente era ingrata, rápida para criticar y quejarse. Pero eso estaba en la superficie.

Esa es la enseñanza para nosotros: Podemos dejar una herencia abundante, energía, incluso fama, pero éstas son ventajas cuestionables y a veces hacen más daño a los que dejamos detrás de nosotros, que beneficio. Pero cuando dejamos a otros nuestra influencia para el bien, y lo sabemos a tiempo, podemos juzgar a los rebeldes con mayor justicia.
Esa es la respuesta de H' a Moshé. Respuesta que nos la da también a nosotros.

Shabat Shalom desde Sión,