jueves, 19 de julio de 2007

Parashat Devarim


Rabino Yerahmiel Barylka


"Estas son las palabras [devarim] que habló Moshé a todo Israel a este lado del Jordán en el desierto, en Aravá frente al Mar Rojo, entre Parán, Tofel, Labán, Jatzerot y Di Zahav" (Devarim 1:1), dice el Midrash Raba 17:3 "no leas 'ele hadvarim', -estas son las palabras- sino 'ele hadvorim' –estas son las abejas, que mueren inmediatamente después de morder a una persona"


El quinto libro del Pentateuco contiene las palabras de despedida de Moshé, términos en los que se queja por las actitudes del pueblo, rebelde y agitador, turbulento y desobediente. Ya habíamos analizado en nuestro comentario a Parashat Pinjas el cuidado que deben tener los líderes espirituales y políticos del pueblo, incluso de la altura del hijo de la tribu de Leví o del profeta Eliahu, cuando se trata de amenazar o denunciar ante D-os al pueblo de Israel.
¿Qué sucede con Moshé?
Moshé amó al pueblo de Israel con todo su corazón. Por él, renunció al palacio de Faraón y a la posibilidad de sucederle. Era humilde y modesto. Por la solidaridad con sus hermanos, no dudó en defenderlos incluso violentamente cuando vio a alguien en peligro, arriesgando su propia existencia. Aceptó la misión divina de presentarse ante Faraón pese a que no se consideraba capaz para ello y lo hizo con amor. Después de conducir el acto libertario debe enfrentarse con su pueblo- el nuestro – de dura cerviz y finalmente llega hasta las puertas de la Tierra Prometida después de casi 40 años de vagar por el desierto y tener bajo su responsabilidad al díscolo pueblo. Y allí, al final de su vida, reúne a todos para su despedida. Los que están frente a él, ingresarán a Israel, Moshé quedará privado del sueño de su vida.
¿Qué decirle a su pueblo que se renovó generacionalmente, que debía prepararse nuevamente para cambiar de conducta, de ser esclavos e hijos de siervos, a ser una masa que recibe normas y que no tiene tierra propia, ni se puede asumir como nómada? ¿Qué plantearle a quienes se dirigen a la Tierra de Promisión, encontrándose con pueblos que obviamente no desean que lleguen y que les ofrecen resistencia? ¿Cómo dirigirse a seres que forman una masa en búsqueda de su destino colectivo sin haber encontrado el personal?
Moshé debe resolver su dilema. ¿Hablarles como líder? ¿Cómo profeta? ¿Cómo uno de ellos? ¿Halagarles y dejarles el sabor de un líder que busca su aprobación? ¿Regañarles? ¿Quejarse por lo que le hicieron?
No quería amonestarles ni castigarles, pero, sintió la obligación de despertarles. Moshé, después de los pecados y trasgresiones del pueblo, después de su derrumbe moral con el becerro de oro y sus rebeliones que no fueron contra el líder sino contra el Creador, les recuerda cual es el camino recto. Sus palabras le provocaron más dolor a él que al pueblo. Fue Moshé quien quedó sin fuerzas, agotado, al grado que no las pudo soportar. Por ello el Midrash lee dvorim –abejas- en lugar de devarim –palabras-, ya que Moshé los picó como una abeja, como un tábano, porque le urgía que no se duerman antes del comienzo de nuevas acciones que necesitan de otro tipo de fuerza moral. Sin embargo, el pueblo se recompuso de la picadura, pero Moshé no. El pueblo gracias a sus palabras sobrevivió. Moshé por su dolor, no pudo seguir viviendo y en este libro maravilloso se despide de nosotros, si se quiere prematuramente, agobiado, agotado y entristecido.
El comentario que hace Rashí sobre el versículo 5 del primer capítulo de Devarim: "al otro lado del Jordán en el país de Moab comenzó a explicar Moshé esta Torá…", diciéndonos que la expuso en setenta idiomas, queriendo significarnos que el mensaje de la Torá es válido para todas las culturas, lenguas, e idiosincrasias. No había allí personas que necesitaran tantas versiones, y eso lo sabía obviamente el clásico exegeta francés, así que la intención de su comentario debe ser otra: las palabras de Moshé interpretando la Torá e incluso reprendiendo a la generación del desierto antes de su ingreso a Israel, trascienden el tiempo y el espacio. El mensaje bíblico es universal. Cuando desde fuera se debaten los versículos, debe haber respuesta a cada contendiente filosófico, en su propio idioma, es decir en su propio código. Hay una obligación, además de conocer la Torá para cumplir los mandamientos, expresada en el dicho de "da ma lehashiv laepicoros"- la de tener elementos dialécticos para dialogar con los epicúreos de aquella época, que son los analfabetos o los post-judíos de la nuestra (pero sin sus conocimientos y sin su pasión). Es la obligación de saber confrontar las ideas, posibilidad que surge de la profundización del conocimiento y de su adaptación a los códigos de la época.

Moshé habla a su generación, y no se conforma con la amonestación. También les recuerda las normas que ya les había enseñado a lo largo de los cuatro tomos anteriores del Pentateuco. Habla a esa generación del desierto, pero su mensaje es a todos. A quienes están allí y a quienes los seguirán. A quienes pertenecen a su cultura y a aquellos que tienen otra. A los cercanos y a los lejanos en el tiempo, en el espacio, en la convicción y en la fe. A todos los que desean seguir un camino de valores.

Moshé nos enseña que debe brindársele a cada uno una respuesta diferente según sus antecedentes y según su idiosincrasia, pero todas basadas en lo escrito. Es éste un desafío nada fácil. Poder alejarse del texto para serle fiel. Innovar para guardar el mensaje y permitir su aplicación. Deducir conclusiones diferentes de las mismas letras. Hacer el texto trascendente a cada época sin traicionarlo. Discurrirlo con quienes no están de acuerdo, sin temor, para terminar afirmando la seguridad de la fe.
"Recuerda los días de antaño; considera los años de generación y generación" (Devarim 32:7), es interpretado por Jidushei Hari"m que cada generación debe interpretar al Torá según sus necesidades, usando los fundamentos necesarios para poder dar respuesta a las nuevas preguntas de cada época.

Esa es la función del líder espiritual de cada generación y de cada lugar. La Torá contiene todas las respuestas. Lo que se espera del líder es que las encuentre, las entienda, las explique y las aplique.
Cuando el profeta Isaías (44:6-8) nos dice: "Así dice D-os, Rey de Israel, y su Redentor, D-os de los ejércitos: Yo el primero, y Yo el último, y fuera de mí no hay D-os… ¿Y quién llamará como yo, y denunciará esto, y lo ordenará por mí, desde que hice el pueblo antiguo? Anúncienles lo que viene, y lo que está por venir. No teman, ni se amedrenten: ¿no te lo hice oír desde antiguo, y te lo dije? Luego ustedes son mis testigos. No hay D-os sino yo. No hay fuerte: no conozco ninguno", nos confirma que no debemos temer a nadie en la confrontación ideológica en la discusión de los conceptos y los principios de la Torá.
Es éste el mensaje de despedida del Maestro Moshé, ¡Despiértense y no cometan más errores!, ¡Tomen la ley y estudien los preceptos al grado de poder, basándose en ellos, dialogar con todos sin temor, los disidentes de afuera y de adentro! ¡Cumplan las normas que son la esencia de la ética y la moral, para nosotros, para todas las generaciones y para todos los pueblos! ¡No teman en innovar en las respuestas a las preguntas de las futuras generaciones! ¡No se encierren en las contestaciones fáciles y sin compromiso! ¡Dialoguen con quienes tienen otros códigos y decodifíquenlos para hacer comprensible el eterno mensaje de la Torá!
¡Voy a morir, y me asumo como el moscardón que les pica para mantenerles despiertos después de mi partida, para que guarden el mensaje perenne y lo distribuyan, -para que asuman sus errores y no los repitan! – nos dice Moshé, y sus últimas palabras nos obligan a todos.
Shabat Shalom desde Sión