jueves, 26 de julio de 2007

Parashat Vaetjanan


Rabino Yerahmiel Barylka

Nuestros sabios vieron en el conflicto entre Koraj y su grupo, el modelo de aquellas riñas y querellas entre las personas y los grupos, particularmente cercanos al trabajo comunitario y nacional, que no se hacen con intenciones puras. Esas luchas infructuosas que se pierden de la memoria histórica por ser intrascendentes. Nada sale ni saldrá de ellas en beneficio de nadie. Lo que le sucedió a Moshé, le ocurre lamentablemente, a muchos líderes y conductores que se sacrifican por el bien de la comunidad y de pronto tienen que invertir enorme energía para ocuparse en aquellos que empujados por elementos personales negativos, usan argumentos aparentemente lógicos y razonables, para destruir.
Veamos: "Y tomaron (gente) Koraj hijo de Itzhar… con Datán y Avirán hijos de Eliav, y On hijo de Pelet, descendientes de Rubén, y se levantaron contra Moshé con doscientos cincuenta hombres de los hijos de Israel, líderes de la congregación, miembros del consejo, personas de renombre. Se reunieron para oponerse a Moshé y a Aarón, y les dijeron: --¡Basta! ya han ido ya demasiado lejos porque toda la congregación, todos ellos son santos y en medio de ellos está el Señor. ¿Por qué, pues, ustedes se encumbran sobre la congregación de D-os? … Abrió la tierra su boca y se los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Koraj y a todos sus bienes. Bajaron vivos al sepulcro, junto con todo lo que tenían, y la tierra se cerró sobre ellos y desaparecieron de en medio de la congregación". (Bemidbar 16:1-3, 32-33).
El conflicto es un concepto social, educativo y conductual que tiene gran impacto en la vida de las personas y de la sociedad y que exige de enorme fuerza para no verse enredado en él.

Nuestros sabios categorizaron las contiendas según sus intenciones. Si se llevan a cabo para corregir los errores o para mejorar lo mejorable, son positivas. Si son producto de celos, de la necesidad de predominar, de odios, al final se pierden en la nada. Aún cuando el razonamiento pudiera oírse racional.
La mishná Avot (5:17) nos indica tomar como ejemplo de lo bello y fructuoso a las discusiones entre Hilel y Shamay y alejarnos de aquellas luchas como las que nos relata nuestra parashá. Son un ejemplo de lo peor. En la primera, en la búsqueda de la verdad, las partes persisten y perduran. Las otras son intrascendentes. En el primer tipo, el grupo se une frente a un objetivo común, en el otro, cada uno tiene un objetivo diferente, cada uno busca su porción de honor, nos enseña rabí Meir Leibush ben Iejiel Mijl, el Malbim.

El midrash Tanjumá nos ilustra explicándonos la cercanía de la parashá de tzitzit con el conflicto de Koraj, diciéndonos que éste hacía preguntas capciosas que podrían parecer inteligentes, por ejemplo, acerca de si un talit que es todo de hilo cárdeno (tejelet) necesita o no que le aten los flecos de los tzitzit, mofándose de cómo sólo 4 hilos valen más que toda una tela. Según el midrash, Koraj cuestionaba si una casa llena de libros de la Torá, necesita mezuzot que contienen sólo varios renglones del mismo texto que igualmente se encuentra allí. Podríamos encontrar algún raciocinio en esos argumentos, si hubieran sido elevados de buena fe. Pero no tiene ningún sentido buscarlos, porque a Koraj y a sus seguidores no les importaba la respuesta, sólo la exposición de sus reflexiones que podrían haber parecido a más de un incauto como originales y sinceros. Podían aparecer sofisticaciones de personas cultas. Exposiciones de quienes están buscando la pureza de la Ley. Sin embargo, presentaban también una postura teológica completa que los llevaba a oponerse a la lógica de la Halajá. Se oponían a la legitimidad de las instituciones y a la jerarquía. Con el argumento de la santidad del talit puro y de la casa llena de libros, se olvidaron que los seres humanos, necesitamos de tzizit y de mezuzot, y que no es suficiente tener libros ni telas de pureza si no estamos en el mundo del cumplimiento de los preceptos.

Koraj quizás tuvo razón cuando protestó por la concentración del poder en Moshé y en su hermano Aarón, cuando tenían la responsabilidad por todo el pueblo, tema que muchos jajamim esbozaron cuando debieron establecer las normas de la conducción comunitaria. Ambos eran hermanos. Tenían intereses y conflictos de intereses. Pero, es evidente que la intención de Koraj no era buscar normas más justas, ni pureza en las relaciones del poder.
Su interés estaba en otro lado. Pese a que hablaban en nombre de todos, nadie los había nombrado representantes. Se arrogaron de derechos que no tenían. Para Koraj lo importante era exponer su presencia y no ahorró razonamientos que le den una pátina de honor.

Así sucede en todos los conflictos. Quienes los inician se creen que llevan la representatividad de todos, pero, ellos no consultan a nadie. El fondo del conflicto no está en los conflictos que dicen defender sino en sus cuestiones personales.
Por ello no debe extrañar el aparentemente desmedido y desproporcionado castigo que recibieron. Koraj y su grupo estaba formado por personas importantes destinadas a ocupar puestos de liderato incluso en el terreno espiritual. Pero, la ambición los perdió. El castigo es ejemplar para las generaciones venideras, que no siempre parece que comprendieron el mensaje.

Hay un contraste evidente entre Aarón que buscaba hacer la paz entre las personas como tan bien lo describe Avot 1:12 buscando amenguar el fuego de los conflictos, y Koraj que los avivaba cuando no era necesario.
Incluso Moshé supo ir a buscar a Datán y a Avirán, seguido por los ancianos de Israel después que estos le hubieran despreciado desconociendo su convocatoria y agregando quejas a las ya presentadas, tal como lo leemos en el versículo 25.
El fin de Koraj y su grupo nos indica lo que sucede en este tipo de conflictos. Tal como leemos en el libro de los Proverbios (11:27-28) "El que con diligencia busca el bien, se procura favor, pero el que busca el mal, le vendrá. El que confía en sus riquezas, caerá, pero los justos prosperarán como la hoja verde".

Quienes buscan conflicto queriendo destruir, terminan destruidos. El daño que causan es luego pagado por todos. Por ello, hay que saber oponerse a quienes fomentan la discusión, el desacuerdo, los litigios que no tienen sentido, y detenerlos a tiempo. Esa oposición debe ser firme y valiente.
La opción es asimilar el camino de Aarón. En lo privado, en lo comunitario, y en lo nacional.