martes, 25 de septiembre de 2007

SUCOT - סוכות



לך אכול בשמחה לחמך ושתה בלב טוב יינך
כי כבר רצה האלוהים את מעשיך
(קוהלת ט',7)

Ve y come tu pan con alegría, y bebe tu vino con el corazón alegre, porque Dios ha aceptado ya tus obras
(Kohelet IX,7)




Las festividades del pueblo judío son Tiempos, es decir, momentos especiales de rencuentro con la historia y con las expectativas del futuro histórico.
La esencia del tiempo sagrado es permanente y estable.
Los días hábiles, que funcionan según el reloj, se dirigen en un solo sentido, sin posibilidades de regresión. Sin embargo, el tiempo sagrado sí lo es, ya que se detiene en su límite y regresa al principio.

Las ceremonias festivas fueron creadas para sacar al hombre de su vida cotidiana y ubicarlo en el génesis de su existencia. La fiesta sagrada es regreso Divino, es un momento triunfal, que ni transcurre ni se acaba.

El que festeja una fiesta anual encuentra que toda fiesta equivale en su vivencia a la del año anterior, a la de la casa del abuelo, del padre y así hasta el principio de cada generación.
El que se regocija, sincroniza el tiempo y se traslada al momento sagrado que emanó de la Torá.

Por lo tanto, el hombre que celebra las festividades de Israel no sólo vive en la dimensión histórica que se sucede, sino que reconoce otra dimensión, la del tiempo sagrado que, por su sabor glorioso, subsiste y permanece a través de todos los tiempos.

En el mes de Tishrei se fijan las bases para el año que comienza.
Distintas emociones nos atraviesan en Rosh Hashaná y Iom Kipur: introspección, reflexión, superación, para luego poder salir al encuentro del otro, en la festividad de Sucot.
Desde que el pueblo de Israel salió de la esclavitud física en Pesaj, tuvo la responsabilidad de observar la luna para fijar el comienzo de cada mes, siendo el primero de ellos: Nisán, el mes de la Gueulá, de la Redención. A partir de allí, Tishrei se llama “Hajodesh Hashvií” (el séptimo mes), columna vertebral del calendario, en la cual se concentran los Jaguim centrales de nuestra vida.

Esa misma noche, 11 de Tishrei, luego de cenar y festejar seguros de que fuimos inscriptos en el Libro de la Vida, salimos al patio, a la luz de la luna, para comenzar con alegría la construcción de la Sucá.