jueves, 23 de agosto de 2007

Adolf Eichmann y la toma de decisiones en la “Solución Final” de la Cuestión Judía

(última parte)


Prof. Abraham Zylberman


EL JUICIO EN JERUSALEM

En 1957 es descubierto por los servicios secretos de Israel, quienes demoran dos años en determinar su identidad. El 1º de mayo de 1960 llega a Buenos Aires un grupo israelí e inician el operativo para su captura. El equipo, dirigido por Rafael Eitan y coordinado por Peter Malkin, inicia una vigilancia durante casi dos semanas. Finalmente lo secuestraron el 11 de mayo de 1960, a las 20, cuando se bajó de un colectivo, a su regreso del trabajo. Tras mantenerlo cautivo durante nueve días, fue llevado a Ezeiza y subido a un avión que trasladaba a una delegación oficial israelí de vuelta a su país después de participar en la conmemoración del Sesquicentenario de la Revolución de Mayo. Viajó drogado y vestido como un integrante de la tripulación. La primera en denunciar el secuestro fue la mujer del ex jerarca nazi, que ante la Justicia debió reconocer que Klement era Eichmann, cuando entregó el documento extendido por la Cruz Roja al iniciar los trámites para pedir su extradición desde Israel.

Adolf Eichmann fue juzgado bajo la Ley de Castigo a los Nazis y sus Colaboradores, aprobada en 1950. Se le imputaron 15 delitos, que incluían crímenes contra el pueblo judío, crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y participación en diversas organizaciones criminales, entre ellas las SS, el SD y la Gestapo. Los cargos en su contra también incluían crímenes contra polacos, eslovenos, gitanos y checos.

El juicio comenzó el 10 de abril de 1961 en la Corte del Distrito de Jerusalén, integrado por tres jueces – Moshé Landau, presidente del Tribunal y miembro de la Corte Suprema; Biniamin Halevi, presidente de la Corte del Distrito de Jerusalén e Itzjak Ravé, miembro de la Corte del Distrito de Tel Aviv. El fiscal fue Guidón Hausner, procurador general del Estado de Israel. El defensor de Eichmann fue Robert Servatius, un abogado alemán que había actuado en los juicios de Nuremberg.

El juicio se extendió por cuatro meses ante una sala colmada de público. Por su seguridad Eichmann estaba sentado dentro de una cabina protegida por un vidrio blindado a prueba de balas. Los asistentes al juicio, muchos de ellos sobrevivientes del Holocausto estaban tan conmocionados que frecuentemente algunos gritaban en medio de las sesiones. La fiscalía inició su presentación resumiendo la historia del Holocausto. Hausner convocó a 12 testigos que testimoniaron sobre la participación de Eichmann en la coordinación y ejecución de la Solución Final. Además, presentó 1.600 documentos que proporcionaron detalles de la persecución a los judíos europeos en todos sus aspectos y que demostraban el involucramiento personal de Eichmann en los planes y en el proceso de exterminio. La defensa no cuestionó las evidencias presentadas ni su autenticidad. Su argumento central fue que los jueces judíos israelíes no eran imparciales sino se guiaban por el prejuicio; además, el juicio no era legítimo, pues su cliente había sido secuestrado y llevado a Israel en contra de su voluntad.

Por otra parte, la ley bajo la cual se lo juzgaba era inaplicable porque había sido promulgada después del Holocausto y el juicio no debía realizarse en Israel pues los crímenes fueron cometidos fuera del país y antes que el Estado haya sido creado. Todos los argumentos fueron rechazados por los jueces. La defensa también alegó que no había actuado por su propia voluntad, sino cumpliendo órdenes, argumento que también fue rechazado. Eichmann se declaró “inocente de los términos de la acusación”. Se defendió argumentando que su participación en el Holocausto se limitó a ser un simple ejecutor de órdenes superiores y no un Heydrich o un Himmler. Pero lo cierto es que entró en conflicto con éstos en numerosas ocasiones debido al excesivo celo puesto en la idea de la "Solución Final”, excediéndose en las órdenes recibidas, ya que, cuando a finales de la guerra su superior Himmler decidió acabar con los asesinatos masivos de judíos, Eichmann continuó dando las órdenes pertinentes para que se siguieran produciendo.

En el juicio dejó algunos testimonios del porqué de su participación en el Holocausto: '"No perseguí a los judíos con avidez ni con placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia. En aquella época era exigida la obediencia, tal como lo fue más tarde de los subalternos." argumentó. “Yo protestaría contra una sentencia que me encontrara culpable, como una persona que cumplió con lo que le exigía su juramento del cargo y la bandera y que tenía que servir su patria en aquella dura lucha. Al contrario de lo que han hecho muchos antiguos compañeros míos, yo puedo y yo quiero hablar y al mundo entero le grito: nosotros, los alemanes, cumplimos con nuestro deber y no somos culpables....Y estaba cada vez más convencido de la ineludible necesidad de una guerra total. Nuestros “delitos” se llevaron a cabo en una guerra total, una guerra que exigió millones de víctimas entre la población civil, que significó una lucha a vida o muerte y que el enemigo llevó adelante en forma despiadada...” agregó.

Fue declarado culpable de todos los delitos imputados y el 15 de diciembre de 1961 condenado a muerte. El fallo fue apelado, pero la Corte Suprema ratificó la sentencia. Incluso el presidente del estado, Itzjak Ben Zvi rechazó el pedido de clemencia. Eichmann fue ahorcado en la prisión de Ramle en la noche del 31 de mayo al 1º de junio de 1962. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas dispersadas en el Mediterráneo, fuera de las aguas territoriales de Israel, en presencia de algunos sobrevivientes del Holocausto.

La filósofa Hannah Arendt, quien hizo un ya clásico estudio del personaje y sus obras a raíz del juicio - Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal - quedó sorprendida por la nimiedad y las escasas dotes intelectuales del hombre que pasaba por ser el mayor asesino de Europa. "Lo más inquietante de Eichmann es que no era un monstruo, sino un ser humano", había declarado en alguna entrevista Peter Malkin, el agente que detuvo a Eichmann. En la persona de Eichmann convergen el ser jefe de la sección de Asuntos Judíos de la Gestapo y el hecho de que, habiendo ocupado su puesto a finales de 1939, él participó, desde sus comienzos, en todas las fases del desarrollo de la "Solución Final".

El académico francés Jean Cayrol, sobreviviente de un campo de concentración, guionista del mediometraje de Alain Resnais “Noche y niebla”, considerado por los expertos como la mejor película sobre el tema de la Shoá, nos plantea una serie de interrogantes al presentarse las últimas imágenes y oirse el relato que las acompaña: “Yo no soy responsable” dice el kapo; “Yo no soy responsable”, dice el oficial, “Yo no soy responsable...”, “Entonces, ¿quién es responsable?”... En alguna parte entre nosotros hay kapos afortunados, jefes recuperados, denunciadores desconocidos... Y estamos nosotros...” Estas reflexiones cobran vigencia cuando recordamos a Adolf Eichmann, el disciplinado oficinista que “cumplía órdenes, que no era responsable”. Como dijera el fiscal Guidon Hausner, Eichmann tuvo un privilegio que sus víctimas no tuvieron: el derecho a la defensa y a un juicio justo. Cuando subió al cadalso, no era una víctima inocente, como los millones que había ordenado asesinar, sino sabía porque sería ejecutado.



EL “PASAPORTE” EN EL MUSEO DEL HOLOCAUSTO - SHOA


El hallazgo del documento fue obra de la jueza federal, Dra. María Servini de Cubría, quien lo entregó al Museo del Holocausto - Shoa de Buenos Aires. La jueza dio con el documento por la presentación de María Galván, una investigadora de la Universidad de San Martín, que pidió el desarchivo de la causa. Una vez recuperada de la sorpresa, la magistrada resolvió entregar el documento en custodia al Museo del Holocausto, que atesora fotos y objetos aportados por sobrevivientes de la matanza.

El documento de viaje que permitió a Adolf Eichmann escapar de Europa para instalarse en Argentina le fue entregado el 1 de junio de 1950 por la Cruz Roja Internacional. El documento de viaje, forma parte de los documentos otorgados por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) desde 1945 a refugiados, desplazados y apátridas carentes de documentos de identidad.

El CICR conservó en sus archivos un duplicado de la demanda que Eichmann hizo para obtener un documento de viaje. Según un vocero de la CICR, “tras la Segunda Guerra Mundial masas de población en movimiento disfrutaron de documentos de viaje. El CICR no diponía de un sistema de investigación para comprobar su identidad. Josef Mengele y Klaus Barbie, otros dos criminales de guerra nazis, abandonaron igualmente Europa gracias a esos documentos de viaje del CICR. Esta historia es naturalmente lamentable. Abusaron de un sistema humanitario”.

Desde 1945, 500.000 personas se han beneficiado de documentos de viaje de la Cruz Roja. En 1999, el CICR reconoció que al menos 10 criminales de guerra nazis pudieron refugiarse en Argentina gracias a la ayuda de la organización. El documento de viaje de la Cruz Roja Internacional no es considerado un pasaporte nacional, pero permite a las personas sin papeles de identidad desplazarse a un Estado que esté dispuesto a recibirlos.